La Comisión Europea ha confirmado que el gas se incluirá en la lista de inversiones verdes de la Unión Europea, incluso si el propio grupo de expertos de la Comisión advierte que se trata de una decisión inaceptable por las consecuencias negativas que dibuja. Al final, la inclusión del gas dentro de las inversiones verdes según informe T&E puede atentar de forma directa e indirecta contra los objetivos del Pacto Verde de la Unión Europea y del Acuerdo de París, además de contradecir el compromiso del metano firmado en la COP.
La etiqueta del gas como verde por parte de la Comisión Europea se antoja como incorrecta según distintos expertos, ya que alienta a una ola de inversión en gas fósil, ralentizando el cambio hacia la energía limpia. Según William Todts, director ejecutivo de T&E, la Comisión ha ignorado a los científicos, a su propio grupo de expertos y a los inversores para satisfacer al lobby del gas. Una mala decisión, poco científica, que no deja otra opción que lanzar una campaña en toda Europa para derrotar el proyecto de Ley en el Parlamento Europeo.
En esta linea, las disposiciones del texto permiten que las plantas de gas nuevas se etiqueten como verdes con la condición que se utilicen con moderación. Luego se requiere un cambio a gas con bajo contenido en carbono. El resultado es que las plantas mejorarán las emisiones a corto plazo, pero no ofrecen un camino real para descarbonizar la actividad. Además, también se incentiva la producción de biogás, lo que puede impulsar los ‘cultivos para gas’ a costa de la pérdida de biodiversidad y destruir los ecosistemas.
La decisión de la Unión Europea socava la credibilidad de la inversión sostenible, ya que ningún fondo verde o bono verde incluye el gas en la actualidad. En el mejor de los casos se ignorarán las reglas de la Unión Europea, pero también se puede dar la situación de que la industria se llene de inversiones verdes falsas. En líneas generales, esta ley socava la credibilidad de la ambición de la Unión Europea en el proceso de descarbonización. La Comisión ha pasado de un pacto verde al ‘lavado verde’ del gas fósil.