No vamos a discutir si la despenalización de los piquetes informativos, fue correcta o no. Lo que sí discutimos, o ponemos en seria tela de juicio, es si los piquetes violentos, están o no despenalizados, cuando se trata de empresarios, lo quieran o no, ese el quid de la cuestión.
Si partimos de que no estamos ante una huelga, que es de lo primero que hay que partir (quizás por eso los sindicatos de clase de todo tipo no han movido un dedo), aunque sea bastante fácil por los medios generalistas confundirse, dada la expresión “trabajador autónomo” en la cuestión que nos ocupa.
La evidencia es que nos encontramos ante un paro patronal como la copa de un pino, nos encontramos con unos señores que son empresa, mandados a la batalla por quienes podían haberse presentado a la elección al Comité Nacional de Transportes, y no lo hicieron. Y nos encontramos ante unos señores que pretenden que se les reconozca una legitimidad que tan sólo dimana de la brutalidad, no del mandato seudo democrático asambleario, que nunca puede ir en contra de la ley y de los derechos fundamentales.
Dicho esto, es evidente que tanto malestar en pequeños empresarios, no viene sólo porque en muy corto espacio de tiempo se haya duplicado el precio del combustible, viene porque como todo el sector se ha visto maltratado en su quehacer diario, en sus justas expectativas de futuro, y se encuentra en una situación de ruina absoluta, quizás porque nunca ha sabido plantar cara a cuanta excesiva regulación se le endosado. ¿O es que la sociedad se piensa que los empresarios del transporte son un pozo sin fondo que puede absorber los enormes gastos de explotación que soportan, sin capacidad alguna de repercutir?
En este paro empresarial, todos los que en él participan han olvidado algo básico: la empresa no entiende de política, sólo defiende sus intereses, intereses que sólo se pueden defender con la justa preparación, no como una salida a situaciones personales que les daba un sector refugio como es el transporte. Hace ya muchos años el sector permitía que el esfuerzo personal y con el reconocimiento de la sociedad, progresar y hacer empresas más grandes, eso hoy no es posible, las propias cifras lo confirman, 170.000 empresarios autónomos en el transporte.
No nos engañemos, su supervivencia hasta ahora fueron los módulos, pero era eso, supervivencia. Ha bastado una distorsión de su día a día, para finalmente ver cuál era su cruda realidad de futuro.
Finalizo pidiendo cordura, e insistiendo en que las empresas de transporte y los empresarios autónomos como ellos que no han querido parar, no son su enemigo, su enemigo es una regulación legal que ha venido dando todo a cargadores y operadores logísticos, y nada a los que tenían las ruedas. Es eso y el reconocimiento social, lo que hay que terminar de cambiar de inmediato, algo que el Comité Nacional de Transportes (o sea sus legítimos representantes) ya han empezado a conseguir. Porque donde hay que conseguirlo es en la LEY y en el BOE. No vale otro sitio.