La descarbonización del transporte y la movilidad es uno de los grandes objetivos de la Unión Europea. Una batalla con muchos frentes abiertos y en la que se dan continuos choques de intereses. Aunque Bruselas tenía previsto dejar de vender coches nuevos con motor de combustión interna a partir de 2035, los responsables de la Unión Europea han cedido a las presiones de Alemania y aceptarán vehículos que puedan funcionar con este tipo de motores a partir de combustibles sintéticos.
Una excepción que puede marcar un antes y después en la línea de desarrollo de la industria automotriz, también en lo que respecta a los vehículos pesados dedicados al transporte de mercancías y viajeros. Al final, Alemania se lleva la partida de ajedrez al levantar el veto a la prohibición a los motores de combustión para 2035 que había ejercido, todo a costa de eximir a los vehículos que puedan funcionar con combustibles sintéticos. La medida ha sido aprobada en el Pleno del Parlamento Europeo.
Esto dibuja un escenario en el que los camiones con motores de combustión que sustituyan el Diésel por combustibles sintéticos tienen cabida. Algo que a priori mejora las condiciones de la transición ecológica del sector, pero que también supone dar un paso atrás en los objetivos iniciales propuestos por Bruselas. Al menos así lo entienden desde Transport & Environment, organización que denuncia que la Comisión Europea ha cedido de manera vergonzosa a las presiones de Alemania.
Para que los vehículos con motor de combustión interna puedan seguir matriculándose más allá de 2035 deberán utilizar combustibles sintéticos neutros en emisiones de CO2. Para que se pueda certificar el cumplimiento de este requisito, se exigirá que incorporen unos sensores que les impidan arrancar si emplean gasolina o Diésel convencional, obtenido de fuentes fósiles. Una medida que tiene su importancia y marcará la evolución del transporte, pese a que para muchos es un desvío caro y enormemente ineficiente que choca con la evolución del vehículo eléctrico.