El hidrógeno se postula como una alternativa para el sector del transporte de mercancías por carretera, pero quizá no bajo el concepto tecnológico por el que se ha apostado hasta la fecha. Hasta ahora, la tecnología que se ha desarrollado con mayor fuerza por la industria ha sido la pila de combustible de hidrogeno como alimento de un tren motriz eléctrico, todo a partir de unos grandes depósitos de hidrógeno líquido que permiten alimentar el sistema. Sin embargo, hay otra nueva opción encima de la mesa.
En el objetivo de desarrollar tecnologías para la renovación de las flotas de vehículos pesados que dan vida al transporte de mercancías por carretera y conseguir así la transición ecológica para hacer de la actividad un sector libre de emisiones han nacido varios proyectos que buscan la adaptación de los actuales motores de combustión interna para el uso del hidrógeno. De esta forma, las grandes inversiones realizadas en este tipo de unidades de potencia realizadas por las marcas y el sector industrial no caen en saco roto.
Entre los proyectos que pretenden reconvertir unidades de motores Diésel para la utilización del hidrógeno, quizá el más destacado es el que está llevando a cabo Punch Powertrain, firma que tiene vínculos con algunos de los grandes fabricantes del mundo del motor como General Motors, el Grupo Stellantis o el Grupo BMW. El objetivo de la compañía pasa por acabar con las pesadas baterías o los tanques de hidrógeno más pesados que los que se utilizan ahora para el Diésel aprovechando los motores existentes.
Y muestra del trabajo que está llevando a cabo la empresa, Punch Powertrain ha presentado su particular evolución del motor GM Duramax V-8, propulsor Diésel de 6,6 litros V8 de General Motors. La compañía ha adaptado esta conocida unida de potencia en el ámbito del transporte profesional e industrial para el uso del hidrógeno, consiguiendo que el motor sea capaz de funcionar con total normalidad una vez que se sustituye el Diésel por el hidrógeno con una no tan compleja adaptación mecánica.