La cadena de suministro que surte a la industria alimentaria está sufriendo graves tensiones que están llevando al límite a los actores que le dan forma. Así queda patente en el ‘Informe de Riesgos de la Cadena de Suministro de Alimentos, Bebidas y Agricultura’, estudio que elabora WTW. La situación geopolítica, la elevada infracción y los problemas inherentes a la propia actividad están alterando la producción de alimentos, pero también la distribución y suministro, así como la venta de los productos finales.
Los efectos de la Guerra de Ucrania en los mercados y la inflación están afectando al precio del combustible, del Ad-Blue y de componentes como los neumáticos, además de alterar también las principales fuentes de productos como el trigo, los fertilizantes o los aceites vegetales. A la postre, la mezcla acaba por sacudir a los transportistas vinculados al sector alimentario de manera muy acentuada. La actividad está al límite en un sector volátil en todos los eslabones de la cadena de valor.
El aumento de los costes, los problemas inherentes al sector del transporte de mercancías por carretera o la escasez de espacios logísticos y de almacenamiento adecuados están llevando a la cadena de suministro a la asfixia. El impacto sobre las empresas productoras y de transporte es cada vez mayor, mientras que la propia cadena de suministro pierde efectividad. De hecho, se estima que entre el 25 y el 30% de los alimentos producidos en todo el mundo se echan a perder antes de llegar al proceso de comercialización.
Aunque los factores que están llevando al límite la cadena de suministro vinculada al sector alimentario no son corregibles a corto plazo, el sector sí que tiene herramientas para aliviar la tensión existente. La planificación y capacidad de adaptación es clave, a la vez que se llevan a cabo estrategias de diversificación de suministros y proveedores de transporte, pero también la utilización de modelos tecnológicos que permitan mejorar las relaciones entre todos los actores de la cadena de suministro.