Desde hace 55 años que estoy en esto del transporte, muchos son los avatares y muchas las vicisitudes que estos muchos años he visto y vivido en el mundo del transporte por carretera.
No podemos decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en nuestro sector sin duda que en algunas cosas, sí lo fue.
Hubo un tiempo donde al transportista o al camionero se le trataba con amabilidad y respeto, porque la gente y las empresas entendían que era un sector abnegado con gentes a las que no les importaba el sacrificio que suponía su trabajo, para facilitar el suyo, o satisfacer sus necesidades básicas. Hoy a nuestro sector, con o sin pandemia, lo siguen viendo como el que molesta en la carretera cuando se sale de vacaciones, puentes o fines de semana, y les importa muy poco que gracias a eso el transportista autónomo o asalariado se le trate como a un perro que vive en la caseta (la cabina), mea en la rueda y come en el cajón.
Qué pena que se haya llegado a esto, qué pena que el transportista se haya convertido en lo que los demás han querido que se convirtiera, una marioneta sin voluntad en manos de los cargadores o logísticos cuyo beneficio lo fían al trabajo que se les realiza sin retribución alguna, como es la carga y la descarga, los intercambios de palets, los cobros de los transportes facturados, vulnerando la ley del contrato de transportes y la misma ley de morosidad, y porque no decirlo, abonando servicios muy por debajo de los costes que soporta la explotación de un vehículo de transporte, costes que publica regularmente el mal llamado Ministerio de Transportes.
La desproporción a la hora de negociar entre unos y otros, hace que la posición de total posición dominante de clientes, cargadores y logísticos, provoque la situación que padece este sector desde hace ya demasiados años. Entregar nuestra cartera para que nos la maneje otro, normalmente sin escrúpulos, no nos ha llevado más que a donde estamos.
Un sector que lo tiene todo para ser el que marque la pauta, ha dejado y consentido que algunos de nosotros, cual malos austriacos que entregaron Austria a los nazis, así lo estén haciendo con el sector, al control de determinado Grupo de Distribución y a sus adláteres, fabricantes, y proveedores de todo tipo y condición.
Podemos seguir engañándonos, podemos practicar el no veo, no oigo, no hablo, podemos pensar que es mejor no participar, ni asociarse, porque así la administración no se fijará en uno, pero lo cierto es que todos los que en este sector estamos, estamos en la lista y antes o después nos va a llegar, hables o no hables, participes o no participes y te asocies o no te asocies, si bien en este último caso es más cómodo, porque siempre es mejor que sin colaborar, haya otros que te saquen las castañas del fuego.
En ciertos estamentos, como Competencia, ya se ocupan de que seamos mudos, sordos y ciegos, como lo somos cuando nos imponen los 25+25, los dúo trailer, los 4,5 m. de altura, o como cuando terminen imponiéndonos las 44 tns., aunque eso suponga la obsolescencia de nuestras herramientas de trabajo.
Mientras aquellos a los que tan bien servimos y facilitamos su negocio, se dedican día a día a medrar con las administraciones para conseguir el pozo sin fondo que será el corredor mediterráneo, a sabiendas de que será el verduguillo final para el transporte por carretera tal y como lo conocemos, y para la ruina del sector hortofrutícola español, al facilitar de forma tan descarada la competencia desleal de países como Marruecos, que también sirve a sus intereses.
Pero eso sólo nosotros, el sector, puede cambiarlo.
Juan José Arnedo Medina.